¿Sos tu mejor aliado o tu peor enemigo?

Todos tenemos un diálogo interno, una conversación automática y casi imperceptible con nosotros mismos. Entender la calidad de esta es importante, ya que influye en nuestra percepción de la realidad y nos predispone para el bienestar o el malestar emocional.

El psicólogo y filósofo estadounidense William James aseveró: “Eres tú, con la forma de hablarte cuando te caes, quien decide si se ha caído en un bache o en una tumba”. Es decir, lo que nos decimos, en gran manera, define cómo vamos a lidiar con nuestros errores y cuánta tolerancia tendremos ante las frustraciones que la vida nos depare

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Señales

Una de las señales que indican que nuestro diálogo interno no es saludable es la manifestación de pensamientos que nos causan angustia, nos desvalorizan y llevan a la insatisfacción crónica y al malestar. Entre otros factores determinantes, esos pensamientos están conformados por demandas internas que nos incapacitan para disfrutar porque son desmedidas e hiperexigentes.

Es necesario preguntarnos qué debemos hacer para regular el diálogo interno negativo. En esta dirección, cabe resaltar lo difícil que es para nosotros impedir un pensamiento cuando este es automático. Sin embargo, podemos destacar la necesidad de incluir en nuestro “repertorio cognitivo” más pensamientos saludables y la mejoría que esto traería.

La Biblia dice: “piensen en todo lo que es verdadero, en todo lo que merece respeto, en todo lo que es justo y bueno; piensen en todo lo que se reconoce como una virtud, y en todo lo que es agradable y merece ser alabado” (Filipenses 4:8b; TLA). Es decir, háblate con amabilidad; busca centrarte con más regularidad en lo que te trae gratificación, en aquello que sea digno de festejar de tu persona y de lo que sucede alrededor.

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Mirarnos en el espejo

Esta manera de tratarse a uno mismo nos ofrece una conciencia diferente sobre nuestra vida cotidiana y el modo en que vivimos las luchas en las que nos encontramos sumergidos. Hacerlo con regularidad y de manera adecuada debería permitirnos notar, registrar y elegir cómo reaccionar frente a lo que nos pasa. Nos habilitaría para avanzar comprometidos con los cambios posibles que nos permitan crear la vida que anhelamos.

Si logramos conectar con nosotros de una manera saludable, podremos vernos al espejo con aceptación y no condicionados por una mirada cruel y mordaz. Nuestra felicidad no estará determinada totalmente por lo que pase a nuestro alrededor porque nuestro interior estará regulado por la misericordia.

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